LA ESTÉTICA DO ESQUECEMENTO
UN COBERTIZO LLENO DE SIGNIFICADOS SOSPECHOSOS

‘Contrabajo I’, de Gabriel Torres Chalk
Camino arropado por este viento de otoño con la Materia de Yolanda Castaño bajo el brazo. Y ver cómo esas hojas se mueven bajo la elocuencia del viento mientras La mandíbula del horizonte se llena como un vaso convierte el gesto más sencillo del mundo en un prodigio.
Yolanda Castaño forma parte de los 29 poetas que cantan a la tragedia del 29/10 de 2024 en Valencia, en el Volumen 0 de la Colección Bes de Poesía y que lleva por título Zona Zero: Danaemas. Del Lodo a la Luz.
Para aprehender los destellos de luz de los mensajes de Yolanda Castaño hay que leer sus versos en gallego. Pero desde abajo. Desde la desfamiliarización del ático. Es ahí donde ese espacio ahora es lo cotidiano y puede respirar el oxígeno de la verticalidad. Entonces se convierte en otra cosa porque aquello que te han dicho no es cierto, o es algo a medias, o algo manchado que no deja ver. Acaso una reinvención del extraterritorio.
Desde abajo y desde debajo, la poética de Yolanda Castaño nos invita a escarbar y despojar y entonces descubrimos que no hay certezas. Debajo de la lengua, la poesía es un animal anfibio que muta de piel reinventando cada papila gustativa. Porque el tritón sueña con su esquecemento y su medio rostro es un arlequín cuyo cubismo no es más que un juguete en sus manos. Repite conmigo: la relectura salva al texto de la repetición. Invita a Roland Barthes al ático y deja que la fervenza sea fervenza, una palabra llena y llena de arcoíris. Te inventaste la culpa para que mi identidad sea otra. Eso no existe. Por eso guardo un ejemplar del desayuno de campeones en el baño y pienso que el gurú o el otro es un alien.
Hai tempo que un animal vive nutríndose do esquezo. Pero eu son a ventrílocua, eu, a tirana louca, a analfabeta. Co magnífico libro das venturas agochado na vulva. A que non comprendeu nada pero sentiuno todo. Son a ventrílocua, a que corre cantando polos corredores de chumbo, con voz de pizarra. [O Libro da Egoísta]
No me da la gana traducirlo porque desde que llevo a Carlos de Oliveira en las venas, esquecemento es esquecemento. Así lo soñé. Yo te quiero verde. Y cuando el asombroso equilibrio entre inteligencia y corazón te pone en tu sitio, hay que quitarse el sombrero. El lado oscuro de la luna es el lado que más brilla. Pregúntale.
O Libro da Egoísta me dejó KO. Un golpe estético, una bofetada de aire fresco, tumbado en el suelo con una sonrisa de oreja a oreja, mientras los neones guiñan sus letras al otro lado del hostal. Eso consigue el viaje por los lagos del extrañamiento: uno de mis primeros pensamientos fue dirigido a ya sabéis quién y métete el botón nuclear por donde te quepa. Y así me quedé viendo cómo las medusas descendían lentamente por las piernas del ático.
Coma un bosque de símbolos do que a miña ignorancia é significativa. Moito deixarse a pel pero eu non quixen aprender a chegar. Xardín exiguo, vento pechado de mans, infinita cuadrícula. Renuncio ó lugar do alento. Quero aprender a saír. [O Libro da Egoísta]
Ante esta maravilla no me queda otra que seguir amasando el corazón del membrillo. Tras el prodigio del viento moviendo las sombras de las hojas, fui invitado al cobertizo y remover los relojes líquidos mientras lucho por cargarme a mi yo policía. Ese lado oscuro es en realidad brillante y se muestra entre los maniquíes posando sobre las estrellas kitsch del cuarto de baño. Acaso el rostro oculto de la luna vive entre espejo y espejo. Es acaso ese alien con corona de espinas un personaje real instalado en el ático de mi imaginación. Tal vez sea hora de ir al cobertizo, sí, que está lleno de significados sospechosos, mientras alguien me pregunta si el plato me llega o no me llega, en gallego. Entonces lo que el viento me hace llegar en forma de fervenza es la maestría de Yolanda Castaño: “Debo tasar a dose exacta de memoria e esquezo.”
Por Gabriel Torres Chalk
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